miércoles, 30 de julio de 2008

ÓSCAR HAHN O EL GOCE DEL TEXTO POR VÍCTOR RUIZ VELAZCO

En calidad de primicia publicamos el prólogo a “Movimiento perpetuo” Obras Poéticas Completas de Óscar Hahn (Co-edición Centro Cultural de España y Lustra Editores). Dicho libro será presentado el viernes 1 de agosto a las 8:30 p.m. en la FIL- Lima; Auditorio Ricardo Palma (Centro de Convenciones del Jockey Plaza) con la presencia del poeta chileno Óscar Hahn y los comentarios a cargo de Ricardo Ramón Jarne (director del C. C. de España) y Víctor Ruiz Velazco (director de Lustra Editores):

Hace pocos días hablaba con un amigo sobre el significado de la palabra Chamán, utilizada sobre todo en el lenguaje de la medicina alternativa y que tiene sus raíces en ritos ancestrales, que, a mi parecer, define como pocas palabras aquello que nombra: “curador con palabras”, o lo que es lo mismo, Chamán: Poeta. Leyendo a Óscar Hahn encuentro que esta definición es doblemente certera, dado el caso que en su obra, además, existe un gran interés por el develamiento de los secretos del inconciente mediante el uso de herramientas psicoanalíticas (el psicoanálisis como método terapéutico propone la cura del sujeto por medio de la palabra) que él incorpora en su trabajo poético, creando una dinámica en forma de espiral que sube y baja al mismo tiempo; y que pone de manifiesto esa expresión de Heráclito que dice que el camino que sube y el camino que baja son uno y el mismo. Para poner otro ejemplo, la filosofía Zen (ying: mujer), que aparentemente se encuentra en contraposición de la filosofía de Confucio (yang: hombre), propone que la verdad, la paz, el entendimiento pleno, fines supremos a los que el hombre debe acceder, no está en seguir el camino del ying o el del yang, sino en el camino del medio: La unión de los contrarios. También los seguidores de Sidartha hablan del equilibrio: el punto exacto en que las cuerdas de un instrumento llegan a tocar la nota deseada por su ejecutor. Si éstas se encuentran muy flojas no producen un sonido armónico, y si, por lo contrario, se encuentran muy ajustadas, podrían romperse. La obra de Hahn es pues también una búsqueda de ese camino medio, de ese equilibro, ya que explora cada una de las dicotomías que rigen la percepción que nosotros tenemos del mundo; desde luego que cuando digo nosotros, condiciono esta percepción del mundo a la cultura occidental, o, como diría Rodolfo Hinostroza, de “Extremo Occidente”, a la que pertenecemos, y de la que también ha dado cuenta Hahn con sus estudios sobre el cuento fantástico en Hispanoamérica, por ejemplo.

Una llave para entrar con profundidad a la obra poética de Hahn es, volviendo a hablar de lo que significa ser un curador con palabras, el psicoanálisis; que busca en el decir, en ese expulsar el cuerpo en la voz, la curación del yo. En diversas entrevistas y conversaciones Hahn nos ha hablado de aquellos fantasmas que suelen presentársele en la génesis de la escritura de sus poemas, y que, afortunadamente para nosotros, hasta el día de hoy, siguen acompañándolo como sus musas particulares. Es ese justo momento entre el estar dormido y el estar despierto, entre el mundo interior y el externo, el que motiva su exploración en las profundidades del inconsciente. Ya lo dice claramente el poeta chileno en el poema “La muerte es una buena maestra”: El inconsciente es un árbol lleno de pájaros muertos que se echan a volar cuando uno menos lo espera.

Así pues, Hahn es paciente y curador al mismo tiempo. Y nosotros acudimos a cada uno de sus exorcismos cada vez que leemos alguno de sus poemas.

Todo poema es “una aproximación al hecho” del que el poeta intenta dar cuenta; a la aparición del fantasma, por ejemplo. El sujeto busca el goce perdido, el objeto de deseo al que intentará aproximarse mediante el lenguaje, en este caso: mediante la palabra. Pero ese acercarse implica siempre un distanciamiento del objeto referido en tanto las palabras no bastan, aunque parezca un cliché, para decir lo Real. Las palabras siempre son metáforas, el signo es arbitrario, y la importancia de unas sobre otras, en determinado contexto, tiene que ver siempre con la capacidad de asociación y discriminación que hacemos de las mismas para comunicar lo que deseamos. El poeta entonces es siempre un demiurgo, un creador de universos y colores que tienen un correlato en el mundo Real al que, como ya se ha dicho, es imposible acceder por medio del lenguaje.

Entonces parecería que los sentidos se vuelven nuestros únicos aliados para develar ese mundo Real, concreto, pero esta ilusión no dura mucho, pues todo lo que pensamos, e incluso soñamos, es decodificado por el lenguaje. Pensamos lenguaje. Parecería no haber escapatoria de esta cárcel de palabras que finalmente es el mundo y que siempre nos lleva a desear (volviendo a Sidartha y el budismo que entienden que la muerte llega con el deseo, muchos seguidores de Freud y Lacan estarían felices), en un ciclo que no termina nunca. ¿Por qué seguir haciendo algo que no nos llevará a ningún lado y que solo nos dejará siempre la posibilidad de ser o hacer, intacta como una idea, entonces? Siguiendo la cita de Heráclito, Eliot decía que lo verdaderamente importante no era perder ni ganar, llegar o no, sino el intento. Yo creo que ese intentar es ya un triunfo, es ya una ganancia, contrariamente a lo que se piensa. El poeta no es un Sísifo que a pesar de saber que al día siguiente la piedra que ha levantado cuesta arriba con tanto esfuerzo aparecerá nuevamente en la parte baja del monte, sigue levantándola como un autómata. Incluso en ese repetirse eterno, la forma en que es tomada la piedra, los pasos que se dan para llegar a lo más alto del monte, el sudor expulsado; serán siempre distintos, y ese es el fundamento que da sentido a todo aquello que parece absurdo, como la persistencia en la poesía, por ejemplo.

En la escritura de Óscar Hahn, es fundamental la percepción e interpretación de los hechos, historia, tradición, lecturas y autores, que alimentan su propia obra; pero que más que influenciarlo le sirven para articularlos a una visión muy particular del mundo, que tiene como sello característico la intertextualidad. Así, donde leo a Hahn también puedo leer a Góngora, Quevedo, San Juan, y más cercanamente a Pound y a Eliot (no son gratuitos los nombres de los poemas “En una estación del metro” y “Peces de colores”, que remiten a textos de estos dos poetas de expresión inglesa, por dar algunos ejemplos). Hahn lee, analiza, interpreta y resemantiza el pre-texto, en tanto elemento anterior al texto, que implica cada uno de los poemas a los que alude, a aquellas voces fantasmales que viven en él como pulsiones de muerte. En sus textos están, y no, todos aquellos poetas que hemos nombrado; están como reescrituras, están en la dialéctica misma del acto creativo, que implica siempre un movimiento perpetuo, y están, y no, en esas pulsiones que dejan entrever destellos de genialidad desbordante. Las posibilidades de asociaciones infinitas a las que puede llevarnos la poesía de Hahn, es lo que hace rica su propuesta, me atrevería a decir en parte laforgueana, en tanto su huída de la univocidad y su constante referencia a la muerte, y jungueana, en tanto implica, en ocasiones, una reescritura del pasado con elementos del presente (léase “Flor de enamorados”, de 1987, reescritura del cancionero anónimo del siglo XVI. Léase asimismo, sus maravillosos sonetos: Y en cada dulce flor de sangre inerte / la muerte va con piel de sal entrando/ y entrando van las flores en la muerte; sentencia en “Gladiolos junto al mar”), por hablar de algunos aspectos formales y fundamentales en tanto pueden servirnos para explicar su forma de poetizar. El resultado, la forma en que plasma su arte, es sencillamente inexplicable; la riqueza de su expresión, el manejo impecable del lenguaje, su maravilloso oído; todo eso, solo podemos disfrutarlo como el misterio gozoso que es y que nos quita el aliento.

No siendo la finalidad de este texto profundizar en la interpretación de poemas específicos de Hahn, ya que lo verdaderamente importante será siempre leer al maestro, y en reiteradas ocasiones he expresado mi posición de entender la obra de Hahn como un gran todo desbordante, pero siempre armónico, que debe ser leído como una única imagen que estalla ante nuestros ojos con la fuerza del universo, dejando el secreto intacto; servirá, sin embargo, para ilustrar los fundamentos teóricos que he intentado rastrear en la génesis de su proceso creativo, detenernos en la reescritura que realiza del poema “En una estación del metro”, ya antes mencionada:


EN UNA ESTACIÓN DEL METRO

La aparición de esos rostros en la muchedumbre;
pétalos de una negra, húmeda rama.

Pound dio cuenta de los aspectos que motivaron la escritura de este poema que le tomó casi dos años terminar y que tuvo por lo menos tres versiones, una siempre más breve que la anterior, y sobre el que reflexiona: Me atrevería a decir que carece de sentido a menos que uno haya sido arrastrado dentro de una cierta vena de pensamiento. En un poema de esta clase, uno trata de registrar el instante preciso cuando algo exterior y objetivo se transforma en sí mismo, o cuando expele de sí mismo algo interior y subjetivo.

En la reescritura que Hahn realiza, el autor va al origen mismo del texto, al revés de lo mostrado por Pound, y nos presenta:

EN UNA ESTACIÓN DEL METRO

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro

y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud

Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por las estaciones

y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles

Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro

y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre


Como se puede ver, esta reescritura, que presupone la génesis, el pre-texto, o momento previo que provocó en Pound ese sentimiento de comprensión del entorno, que no pudo verbalizar sino hasta muchos meses después de esa primera visión, y que lo llevó a pensar en una nueva forma de expresión jamás antes desarrollada, maneja los mismos referentes que uno puede encontrar en el poema original: sentimiento de pérdida, de desarraigo y desasosiego, que nos deja una pequeña calma, casi una resignación. Esta paz que trasciende el entendimiento y que posteriormente nos lleva a una reflexión, alejada de un entendimiento convencional de el hecho, en tanto aparición, siempre fantasmal, como las musas de Hahn. En resumen: Inspiración.

Increíble que Pound no supiera que hablaba de la inspiración. Como increíble es encontrar aún un poco de inspiración en un mundo como este. Donde la metáfora perfecta de la vida, sería ese vagón del metro en que viajamos, y donde los rostros se suceden, apareciendo y desapareciendo, como una secuencia que no termina nunca. La vida es conocer personas que luego se hacen extrañas. ¡Y cómo se extrañan!, parecería ser la gran coda. Estamos en el vagón, el camino no sube o baja. Nos movemos, y eso es lo que importa. No nos dejamos estar, se trata de resistencia, la vida misma como poesía; como diría Eielson: Hoy más que nunca esa resistencia es necesaria ante el avance de la barbarie, tecnológica o no. El modelo del capitalismo galopante, que todo lo tritura, en Occidente y en Oriente, no tiene raíces en la conciencia profunda de la gente, y una obra de arte auténtica, un poema, un paisaje, un ser amado por su belleza, su sabiduría o su gracia, tienen una potencia emocional superior a cualquier objeto material. No es un asunto para elegidos, puesto que todos tenemos ese tipo de emociones en la vida. Es justamente para preservarlas, para que ellas no desaparezcan nunca, que hay que resistir siempre.

Gracias Óscar.


Víctor Ruiz Velazco
Lima, Julio de 2008

martes, 29 de julio de 2008

“Movimiento perpetuo” Obras Poéticas Completas de Óscar Hahn (Co-edición Centro Cultural de España y Lustra Editores)

Viernes 1 de agosto; 8:30 p.m.
FIL- Lima; Auditorio Ricardo Palma
(Centro de Convenciones del Jockey Plaza)


La presentación se llevará a cabo este viernes 1 de agosto a las 8:30 p.m. en el auditorio Ricardo Palma, de la FIL-Lima, ubicado en el Centro de Convenciones del Jockey Plaza y estará cargo de Ricardo Ramón Jarne y Víctor Ruiz Velazco.

El autor:
Óscar Hahn, Iquique, Chile (1938)

Es Profesor de Castellano, por la Universidad de Chile, Master of Arts, por la Universidad de Iowa y Doctor en Filosofía, por la Universidad de Maryland.

Entre sus reconocimientos destacan los premios Alerce, May Brodbeck, Altazor, Latino de Poesía, Casa de América y el premio del Consejo Nacional del Libro en Chile.

Sus libros han sido traducidos al inglés, griego, francés, chino, persa y marroquí.

El libro:

Este libro reúne la producción total de la obra poética de Óscar Hahn, desde Esta rosa negra (1961), hasta su más reciente libro, Pena de vida (2008), aún inédito en el Perú; así como la reescritura de Flor de enamorados (cancionero anónimo publicado en Barcelona en el siglo XVI), que el autor realizó en 1987 y que hoy vuelve a aparecer en esta reunión que celebra la tan personal y, a la vez, universal obra de este autor chileno.

Por todo lo que nos ha dado, Óscar Hahn resulta ineludible en el devenir histórico de la palabra en expresión castellana, constituyéndose en uno de nuestros clásicos modernos y de todos los tiempos.

POETA SIN CABEZA: AIRADO VERBO (SOL NEGRO EDITORES) POR PAUL GUILLÉN

Espejo de piedra
Donde se asoma largamente
El poeta sin cabeza

Juan José Soto

Qué alejada la poesía de los contubernios, de las carreras literarias, de los favores condicionados, de los estrados, qué oscuros intereses son los que determinan la resonancia de cierto concierto de voces, porque sólo conocemos/ leemos ciertos poetas, porque en nuestros países, en el mundo, siempre existen esas voces secretas, silenciadas por el sistema, expulsadas hacia los márgenes, relegadas por seguridades económicas de todo tipo, qué alejados de esas escaramuzas se sienten los verdaderos poetas, no me imagino a Nerval, Lautréamont, Trakl, Attila József haciendo carrera literaria. Por eso Airado verbo de Juan José Soto, es una lucha por el espíritu y contra la razón, es lógico que sus recorridos se instalen desde una oposición “metafísica” en contra de una sociedad que infesta con su estupidez el espíritu de los hombres libres. Estos poemas son una lucha por la poesía que respiramos todos los días: imágenes oníricas, actitud órfica frente al lenguaje y el dolor como una iteración constante. Estos poemas están en contra de esos perniciosos que vienen diciendo que la poesía como lenguaje iniciático ha perdido todo tipo de conexión con los arquetipos primordiales que constituyen al ser. Por ello Airado verbo trata de recobrar estos símbolos para transitar la calle frágil del ser como un ave fénix del verbo.

JÚBILO, CUENTO DE JUAN BENAVENTE (COLECCIÓN DE NARRATIVA PLUMA)

Cuando acompañaba a su madre al mercado, siempre le llamaba la atención la sección donde en sendas jaulas exhibían diversos animales. Desde pajaritos hasta monitos.

Insistente pedía a su madre para que adquiriera un ejemplar.
Al fin llegó el día, precisamente el de su cumpleaños y aprovechando este motivo doña Irma decidió darle una grata sorpresa.

Al llegar a casa, a viva voz llamó a Pedrito. Éste apareció como un rayo y vio con alegría una hermosa jaula. En su interior un inquieto pajarito.

Luego de agradecer y besarla, ligeramente se fue al patio.

Su madre atenta miraba a través de la ventana de la cocina. Entonces vio que afanoso manipulaba la puertecita de la vistosa jaula blanca.

- ¡Pedrito qué haces! ¡Cuidado se puede escapar! – Presurosa fue al lugar de los hechos.

Llegó en el preciso momento que la avecilla cruzaba el patio como una veloz saeta, volando directo al bosque a pesar del abundante alpiste depositado en la jaula.

- ¿Qué has hecho?

Pedrito, sosegado y con inusitado resplandor que emitían sus ojos contestó:

- Quiero que en mi cumpleaños todos sean felices. Él se ha ido a jugar con sus amiguitos. ¿Acaso no has visto con qué alegría voló? ¡Gracias mami! – Le dio un sonoro beso y se marchó a jugar. Su madre quedó totalmente anonadada.

Juan Benavente / Lima, 1988.

DIOS LOS CRÍA Y ESTANOESUNAPUTAEDITORIAL LOS JUNTA

Este será un recital de poesía muy singular, con humor, irreverencia y talento de todas las edades. Es una cita a propósito de la selección titulada: "2+ No antología No contemporánea de los poetas amigos", la misma que declara fundarse "en el amiguismo y no en la búsqueda de las nuevas coordenadas de la creación poética, menos en el convencionalismo de la homegeneidad retórica o generacional". Los editores han reunido en ella a veinticuatro poetas guiados por el sólo y confesado criterio de la amistad que los vincula.

Participan en esta aventura parnasiana: Enrique León, David Collazos, Gabriel Bolívar, Diego Lazarte, Josefina Jiménez, Giancarlo Huapaya, Vanessa Martínez, José Pancorvo, Carlos López Degregori y Rafael García Godos. Julio Heredia oficia de anfitrión por la Alianza Francesa.

Los esperamos pues este miércoles 30 de julio a las 7.30 p.m. en la Sala Lumieres de la Alianza, ubicada en la Av. Arequipa 4595, Miraflores.

Entrada libre. Habrá sorpresas.
http://noputaeditorial.blogspot.com

LA NOCHE HUMANA de Carlos Calderón Fajardo

ediciones copé

precio en feria: 15 nuevos soles
precio en la presentación del libro: 5 nuevos soles.

Día, lugar y hora de la presentación: miércoles 30 de julio

Hora: 8 p.m.

Lugar: Feria del libro de lima, auditorio ricardo palma.
Presentadores: Oscar Málaga y Julio Estrada

Carlos Calderón Fajardo (Juliaca, 1946) hizo estudios de filosofía en Viena y se graduó de sociólogo en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Llevó estudios de postgrado en la Escuela Práctica de Altos Estudios de París y fue profesor de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) durante 25 años. Ha publicado las novelas La colina de los árboles (Lima, 1980, Premio Unanue de Novela), Así es la pena en el Paraíso (Premio Gaviota Roja de Novela, Lima, 1983), La conciencia del límite último (Mosca Azul Editores, Lima, 1991), El viaje que nunca termina (Ediciones Pedernal, Lima, 1997), La conquista de la plenitud (edición de la UNI, Lima, 2000) y La segunda visita de William Burroughs (Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 2006). Asimismo, ha publicado los libros de cuentos El que pestañea muere (Ediciones La Vieja Morsa, Lima, 1981; Editorial San Marcos, 1997), El hombre que mira el mar (Mosca Azul Editores, Lima, 1988) e Historias de verdugos (Editorial Santo Oficio, Lima, 2006).

Semana de autor dedicada a los escritores españoles: “Carlos Castán”, “Imma Turbau” y “Fermín del Pino”

Ciclo de Narrativa Contemporánea Española 30, 31 de julio y 01 de agosto Centro Cultural de España
29 y 31 de julio Feria Internacional del Libro
Ingreso libre

Importante delegación de escritores españoles llega para participar en la XIII Feria Internacional del Libro y en la “Semana de autor” organizado por el Centro Cultural de España. Se trata de Carlos Castán, el narrador que “fustiga a la contemporánea existencia”, con sus libros: Frío de vivir, 1997, Museo de la soledad, 2001 y El aire que me espía, 2005. Llega, además, el ilustre cronista e indianista Fermín del Pino a presentar el libro Historia natural y moral de las Indias (Sevilla, 1590) del Padre José de Acosta, quien ha tenido a cargo su edición y prólogo. Y finalmente Imma Turbau joven escritora y periodista, directora del Ateneo Americano de Casa de América, quién presentará su novela El juego del ahorcado, editada en Perú por Estruendomudo y el CC de España.

El cronograma de actividades de estos autores españoles es el siguiente:

ACTIVIDADES SEMANA DE AUTOR

Centro Cultural de España (Natalio Sánchez 181, Santa Beatriz)
Miércoles 30 julio, 8:00 p.m.
Conferencia: Frío que se vuelve de papel.
A cargo de Carlos Castán. Comenta: el escritor peruano José de Piérola.

Miércoles 30 y jueves 31 julio, 10:00 a.m-1 p.m.
Taller de autor: Literatura y verdad.
Dirigido a jóvenes narradores, 15 vacantes previa inscripción. Enviar CV hasta el día jueves 24 de julio a yprada@aecid.pe Se dará certificado.

Jueves 31 julio, 8:00 p.m.
Conferencia: La civilización peruana. Narración y construcción del Padre Acosta. Comentan: Antropólogo Dr. Rodrigo Montoya y Dr. Eduardo Hopkins, crítico literario.

Viernes 01 de agosto, 8:00 p.m.
Confeencia: Trhiller de la narrativa en el cine español. A cargo de la reconocida escritora española Imma Turbau. Comentarios: Rocío Silva Santisteban.

Semana de Autor en la Feria del Libro de Lima
Martes 29 de julio, 5:30 p.m. Sala Blanca Varela.
Conversando con Fermín del Pino
Entrevistador: Dr. José Carlos Ballón, dir. Fondo Editorial de la UNMSM.

Martes 29 de julio, 8:30 p.m. Sala Blanca Varela.
Conversación con el escritor español Carlos Castán.
Entrevistador: escritor peruano Javier Arévalo.

Jueves 31 de julio, 8:30 p.m. Sala César Vallejo
Imma Turbau presenta su libro El juego del ahorcado, editado por Estruendomudo.
Comentan: Rocío Silva Santisteban, Julio Villanueva Chang y Alvaro Lasso.

Semana de autor en Cusco:
Auditorio del Museo Inka, Cuesta del Almirante s/n.
1 agosto. 7 p.m.
Conferencia: La realidad y el deseo (y otras reflexiones en torno al género del relato breve), a cargo de Carlos Castán. Participarán Luis Nieto Degregori, José Carlos Yrigoyen y el escritor Pasos Paz. Modera: Gladis Concha.

EL HILO NEGRO DE CARLOS LÓPEZ DEGREGORI

ALIANZA PERUANA DE EDITORES (ALPE) EN LA FERIA DEL LIBRO

jueves, 24 de julio de 2008

ENTREVISTA AL POETA ARGENTINO LUIS BENÍTEZ POR PAUL GUILLÉN

Como adelanto de la eminente publicación del poemario Manhattan song de Luis Benítez bajo el sello Sol negro editores, conversamos con el poeta argentino sobre algunos temas relativos a su poética y su vida:

1- En alguna entrevista has mencionado tu amistad con grandes poetas argentinos como Enrique Molina y Francisco Madariaga. Quisiera que nos cuentes más acerca de esta relación, porque al parecer en tu poesía no se percibe el legado surrealista, tal vez, ¿estos poetas te influenciaron, antes que en la textualidad, en el espíritu?

-Enrique “El Gordo” Molina y Francisco “Coco” Madariaga, poetas extraordinarios, en el lato sentido de la palabra, pero que además poseían una calidad humana también extraordinaria, no común. No sólo podías hablar con ellos de mujeres, alcohol, alegría, poesía en acto, extravagancia, echarle una burlona mirada al mundo, sino también de los clásicos grecolatinos, Ronsard, política, religión, antropología, ciencias naturales, compasión, economía, vida cotidiana, impuestos, esperanzas, desilusiones y política literaria. Pero lo más señalable era que al levantarse de la mesa del bar, los sujetos que lo hacían seguían siendo los mismos y actuaban en consecuencia, inclusive a riesgo de “perder posiciones” en la vida concreta, en un tiempo no tan lejano de éste, donde ya veías a la mayoría de la “gente de letras” –todos ellos inmersos todavía en lo que podíamos definir como “el sujeto romántico”- cagándose alegremente en lo que acababan de decir. Esa admirable coherencia yo la admiraba mucho en El Gordo y en Coco. Antes de conocerlos, eran desde luego para mí figuras imponentes, los clásicos argentinos, pero al conocerlos íntimamente, confidencialmente, no se corrieron un ápice de lo que pensaba de ellos antes. Es más, los admiré todavía más al conocerlos como amigos, al seguir bebiendo ginebra con ellos ya con la noche entrada, al compartir un asado o seguir conversando al compartir un taxímetro juntos y de madrugada. Quiero decir: El Gordo seguía siendo Enrique Molina y Coco Francisco Madariaga en el taxi, durante el asado y al pedir la siempre penúltima copa de whisky o de ginebra, no se despedazaba ni el uno ni el otro, como tanto tipo y tipa a los que veo que se la cae ruidosamente la mitad o los dos tercios en cuanto se baja del pedestal y trata de conversar contigo de igual a igual (si es que alguna vez logras eso…). Tal vez yo tuve una suerte, compartida por todos los miembros de mi generación que lo intentaron: la posibilidad real de hablar con Jorge Luis Borges –a quien sólo vi dos veces, y las dos fueron muy gratas, por cierto-, con Alejandra Pizarnik, con Olga Orozco, otra querida amiga, y con tipos como El Gordo y Coco, a los que podías preguntarle por la poesía –así de enorme la pregunta- y que siempre, siempre, sabían qué contestarte. Ello no implicaba que fueras a suscribir las bases de sus poéticas, a convertirte en discípulo de ellos. Lo que menos les importaba a ellos era eso, cuando me conocieron: les importaba lo mismo que a mí entonces, “saber con quién, en toda la latitud y la longitud del término, estoy hablando ahora”.

2- Has declarado el magisterio que ha ejercido en tu poesía la figura de Dylan Thomas. Por otra parte, sé que le has dedicado una obra teatral titulada 18 whiskies. ¿De qué manera insertas la figura del poeta inglés en tu poesía y teatro?

-La figura del poeta y el hombre que fue Dylan Thomas es uno de los hitos señeros en mi poesía y además en mi vida personal. Fue quizás el menos literario de los poetas ingleses, según gustaba definirse a sí mismo, y ello porque no separaba –hasta las últimas consecuencias, como lo demostró cabalmente- su existencia como autor y como persona de los efectos de la aberración obligatoria de todo lo humano -ya en su época, la primera mitad del siglo XX- producida por la mecánica de un mundo que creamos –como cultura global- para destruirnos voluntaria/involuntariamente. Esto es, no se alienaba en literato célebre, pese a que era una de las figuras más importantes de la poesía inglesa de su tiempo, en esa sola condición de productor de bienes simbólicos a la que nos quiere reducir nuestro tiempo (que sigue siendo el suyo, pese al cambio de siglo), sino que sostuvo la última consigna a la que puede renunciar un poeta, la de administrador de uno de los sentidos posibles de la realidad –para mí la mejor, pero soy parcial- aun más allá del límite de sus fuerzas. Fue un revolucionario no sólo en poesía, sino en su correlato más inmediato: la vida misma del sujeto poeta. No era el borracho que todos creyeron imitar como si consiguieran algo de su talento y un gramo de lo que estaba diciendo. Fue la coherencia del sujeto que, enfrentado al mundo de la modernidad, siguió la batalla que se originó muy lejos, cuando un modelo de hombre que se resistió a morir enfrentó al modelo de hombre que parecía triunfante una y otra vez, y siguió peleando y muriendo, ignoto o célebre, para decir “sí, todavía era posible, yo fui la prueba viviente de que, en mi tiempo, todavía era posible”. Y te dan aliento, hermanito, porque te dices, “carajo, si en tiempos de François Villon era posible, si en tiempos de Dylan Thomas era posible, ¿por qué demonios en el siglo XXI no mostrar que otra administración del sentido del mundo es posible, al menos posible, si no imperante, como no lo fue nunca masivamente?”. Y los que no crean en estas posibilidades, que se dediquen prolijamente y como puedan a labrarse una linda carrera literaria, que bajo esas consignas todas las puertas más o menos les serán abiertas hasta cierto punto, según sus capacidades de sórdida negociación, sus contactos y prostituciones con los lobbies locales, sus convenientes parentescos, sus capitales sociales y económicos, pero atención: siempre y cuando vendan libros. Si no, bueno, ya saben ellos –o van a aprenderlo después- qué se hace con los cerdos cuando terminan siendo estériles. Esto es lo que trato de reflejar de Dylan Thomas en mi poesía y teatro.

3- Sabemos que dedicas mucho espacio de tu producción a la crítica literaria, ahí tienes alcances en el análisis de la poesía y la novela. ¿Qué nos podrías comentar acerca de Juan L. Ortiz, Alberto Jiménez Ure, etc.?

-Para la literatura en general y para la poesía en especial, es fundamental que crezca una estructura crítica en torno de las producciones. Cuando hablaba con El Gordo Molina, él me comentaba que de su obra apenas se habían encargado críticamente Sucre y un par de tipos más, algo terrible, dada la estatura poética de Enrique Molina. Esta parece ser una tara más de nuestras letras. Otro amigo, el poeta italiano Dante Maffia, me comentaba que había varios ensayos críticos escritos y publicados sobre su obra, y que eso era lo habitual en su país. Cuando me preguntó por la crítica publicada sobre mi generación, le resultó asombroso que no pudiera cabalmente mencionar ni un solo título, ya a fines de los 80. ¿Y por qué es tan importante que crezca un corpus crítico en torno a la obra de un autor? Porque la crítica es la mirada-interpretación de lo que escribió otro, su fijación y ubicación en la historia literaria de cada país, la manera más acertada de introducirse en su obra, aceptando/rechazando/completando el lector lo que el crítico vio, comprendió, aceptó y rechazó de la obra. Esta tarea de introducción a la obra de otro, tantas veces injustamente desdeñada, es algo más que relevante y necesario: es imprescindible. Dos años después de la inquietante pregunta de Maffia, se publicó en Buenos Aires el primer ensayo crítico sobre mi obra, “Sobre las Poesías de Luis Benítez”, escrito por el licenciado Carlos Ellif y editado por el sello Metáfora, en 1991.
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Cuatro años después, el profesor Alejandro Elissagaray inició la saga de conversaciones conmigo –otra forma de la crítica- con el tomo primero editado por Ediciones Nueva Generación en 1995 y el segundo apareció dos años después. Elissagaray cerró su trabajo con una antología crítica de mi obra poética y narrativa en 2001, editada por el mismo sello. Pero, lamentablemente, esto no es algo usual en mi país. Todavía poetas de peso, tanto de mi generación como de las anteriores, carecen de trabajos críticos escritos sobre sus obras. Cuando encaré el primer trabajo crítico sobre un autor, “Juan L. Ortiz: El Contra-Rimbaud”, cuya primera edición es de 1985 y la segunda de 1986, no era consciente de esta carencia: simplemente me había interesado profundamente en la obra del gran poeta entrerriano y estaba decidido a escribir sobre ella. Me sorprendí mucho cuando el editor me dijo que iba a hacer una segunda edición, dado que la primera se había agotado en cuatro meses de oferta en librerías. El también estaba asombrado: ¿no existe un lector de crítica literaria? Pues parece que sí, según lo que estoy contando. Ello me animó a seguir indagando en la obra de otros autores y así, en 1996, la Universidad de los Andes publicó en Venezuela mi obra “El Horror en la Narrativa de Alberto Jiménez Ure”, un trabajo para mí muy placentero sobre uno de los autores más interesantes de aquel país, extraordinario narrador, también ensayista y poeta. En 2004, la madrileña Ojos de Papel sacó a librerías mi “Jorge Luis Borges: la tiniebla y la gloria”, que atendía a mostrar un Borges poco conocido, con sus cimas y sus simas también… algo que a varios, en Argentina, no les gustó demasiado, pues creen que se trata de una suerte de prócer o algo así, cuando era definitivamente un hombre con todas sus flaquezas y ello no es obstáculo para admitir redondamente que es también uno de los escritores más importantes del siglo pasado. Más recientemente, en 2007, la editorial Ala de Cuervo, de Caracas, editó mi ensayo “La novelística de Teódulo López Meléndez: escribir desde la fisura”, un trabajo que me interesó por el íntimo compromiso que este polémico autor venezolano tiene con su tiempo, su circunstancia y con la historia de la literatura occidental en su conjunto.

En lo que va del año, Ediciones Lea, de Buenos Aires, lanzó otros dos ensayos míos, “Carl Jung: un chamán del siglo XX”, y “Sigmund Freud: el descubrimiento del inconsciente”, y entiendo que no han perdido dinero. Si alguna vez las editoriales comerciales se percatan de que están desperdiciando la posibilidad de ganar dinero publicando crítica literaria, para un par de miles de lectores, quizá, pero lectores/consumidores al fin, en los términos que ellas manejan, le estarán haciendo un bien muy grande a las personas, además de cobrar sus tan queridos centavos. La crítica literaria no puede reducirse al ámbito universitario: tiene que salir a la calle e infectar a la gente: ello es bueno y beneficia a todo el mundo.

4- Publicas tu primer libro de poesía, Poemas de la tierra y la memoria, en 1980. ¿Cómo te sitúas frente a las otras poéticas que en ese momento surgían en Argentina? Por ejemplo, empezaban a publicar Néstor Perlongher, Arturo Carrera, Tamara Kamenszain ¿Cómo sentías esa relación con lo que después se llamaría neobarroco?

-El neobarroco surgió en Argentina, aproximadamente en 1985, cuando llevaba varios libros publicados. Conocía a Néstor Perlongher antes de que él supiera que era neobarroco, junto con Arturo y Tamara, que probablemente también a comienzos de los 80 no lo sabían. En realidad, el término neobarroco fue un bautismo que alguien les puso a mediados de la década, por ese afán de etiquetarlo todo que posee cierta crítica. Si examinas a fondo las obras de los autores agrupados dentro de esa barricada estética, se notan profundas diferencias, no sólo en cuanto a tratamiento de las formas, sino también en lo que hace a la calidad del tratamiento. Tú citas, claro, a los que son probablemente los tres picos máximos del neobarroco argentino, pero como movimiento o bandera o como se lo quiera llamar, chorreó abundantemente sobre otros autores, aunque creo que en los casos menos felices, fue más moda que capacidad de desenvolverse en ese estilo. Y cuando se trata de algo como el neobarroco, que hacía hincapié en las formas, cito a Arturo Carrera, que argumentaba que el tiempo del sentido había concluido, que la poesía era pura forma. Un argumento muy conveniente para el neobarroco de entonces, y aprovechado por aquellos que deseaban echarse sobre los hombros la capa de armiño que estaba de moda. Vi convertidos a la nueva religión a varios autores que, si eran buenos o regulares en su estadio anterior (neorrománticos, setentistas tardíos, cuasicoloquialistas, neoconcretistas, etc.) se aferraron como tabla de salvación al credo nuevo, porque ello garantizaba alguna patente de corzo para navegar con cierto resguardo por las procelosas aguas de la poesía argentina de los 80, con promesa de buen puerto. Respecto de los buenos autores que citaste, Tamara fue y es una de las escritoras más serias y rigurosas que poseemos. Néstor era para mí el mejor, originalísimo y muy imitado ya entonces, y fundamentalmente, muy honesto. A punto tal, que inventó para sí mismo un movimiento propio del que era el único miembro, el neobarroso, porque decía que “su neobarroco” más que con don Luis de Góngora y Argote y con Lezama Lima, tenía que ver con las barrosas aguas del Río de la Plata, que guardan tantos cadáveres… siendo esta última palabra el título de uno de sus poemas más famosos. Poseía un sentido del humor muy especial, me hacía reír muchísimo y se burlaba negrérrimamente de términos como “neobarroco”. Solía decir, por ejemplo, que él no era gay, un término que como el neobarroco también se puso de moda por entonces, en reemplazo del casi médico homosexual o del pacato invertido, sino “puto, puto, puto”. Respecto de Arturito, también era juguetón, pero de un modo distinto. Declaraba que “él descendía de Lezama Lima, Lezama Lima de Luis de Góngora y Luis de Góngora de Dios”. Sin duda un abuso del carácter transitivo en lo que hace a los tres primeros autores citados y respecto del cuarto, dado que no existe, me ahorra mayor comentario respecto de sus pretendidas obras, las citadas por Carrera y todas las demás. Además del neobarroco, existían otros movimientos en los 80, yo pertenecí siempre a lo que ensayistas argentinos como Alejandro Elissagaray y Daniel Fara han llamado “los Independientes”, porque preferíamos búsquedas más personales, lejos de las banderías estéticas, que terminaban pareciéndose mucho a una sociedad de socorros mutuos. Pasados casi 30 años, poco o nada ha quedado como influencia de esas corrientes en los nuevos autores, cuando en los 80 parecían ser –ruidosamente- las únicas posibilidades de escribir y adscribir a la poesía argentina de entonces. Quizá nuestro trabajo, el de los autores que, como yo y muchos más, no militábamos en esas corrientes tan en boga en el pasado, era más lento y sostenido, más paciente, menos obligado a obedecer a una forma predeterminada para figurar en las revistas que esas mismas corrientes editaban.

5- Uno de los aspectos más relevantes de tu escritura es la prolongación de un espíritu beatnik. Manhattan song lo escribiste en New York y se percibe toda esa atmósfera de vida agitada, influencia de jazz, budismo, gángsteres y libre albedrío. ¿Cómo consideras el legado beat en la actualidad, te sientes un heredero? ¿Qué autores beat has frecuentado con más regularidad y con cuáles pudiste tener un contacto más cercano?
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-Hay que tomar en cuenta que Manhattan Song fue escrito en un momento muy especial, cuando “mi otra ciudad” todavía seguía siendo la misma: la zona de cruces entre las culturas, las calles donde se entrecruzaban idiomas y costumbres y donde podías detenerte a hablar con cualquiera con cierto grado de éxito. Tras la caída de las torres, se convirtió en otro espacio, de alguna forma se apoderó de ella el espíritu del interior de los Estados Unidos y dejó de ser tan cosmopolita como era antes. Los Estados Unidos de alguna manera volvieron a ser lo que eran antes de la Segunda Guerra Mundial, una nación que se mira el ombligo y luego observa desconfiadamente al mundo, porque saben que el mundo –y no se sabe si para bien o para mal- está cambiando y los Estados Unidos no saben qué papel le tocará en ese futuro, suponen que no va a ser muy divertido para ellos y creo que hay que darles la razón. Sin embargo, el espectro cultural que dejaron sigue siendo poderoso y el hecho de que se trate de una decadencia cada vez más acentuada, a pesar de su todavía enorme poder económico, político y cultural, es trazante en los últimos cincuenta años. Los autores beatniks fueron fervorosamente aceptados por los movimientos culturales posteriores, dentro y fuera de los Estados Unidos, por los hipters y luego por los hippies, porque le daban fundamento ideológico a aquello que sus miembros, conscientemente o no, llevaban a una nueva praxis. Pero el beatnik era fundamentalmente el sképsis original, en tanto que el hip y el hippismo eran las versiones posibles de su prâxis; el pensamiento se plasma en las praxis que puede realizar sobre el mundo, siempre. Y cuanto más lejanas, o sea, cuanto más difusión masiva tienen las prâxis, más lejanas resultan de los postulados del pensamiento, del sképsis que las gestó. Allen Ginsberg escribió el célebre “Aullido” en 1953, mientras Dylan Thomas se moría, inconsciente, en un hospital de New York: ¿sabía Ginsberg que más de una década después, su poema maestro iba a ser la fontana de Trevi de tantos otros más, que iba a participar de una praxis de niveles masivos, que iba a infectar al conjunto de la cultura occidental? Seguramente no. Del mismo modo Jack Kerouac, Gregory Corso, Lawrence Ferlinguetti… Y mucho menos podía suponer que su sképsis iba a originar movimientos paralelos, como el de los infrarrealistas mexicanos, los horazerianos peruanos… Recuerdo unos versos de Dylan Thomas, que dicen “la pelota que hice rebotar en el parque / aún no ha tocado el suelo”. De alguna forma, el sképsis beatnik ha perdurado a través de diversas formas, que admiten o no a su abuelo norteamericano, pero a fin de cuentas proclamar o no un parentesco nada importa.

La constante del beatnik en Nueva York la percibí a través de los miembros de la revista And Then -dirigida por mi amigo el poeta y editor Bobby Roth- que habían sido beatniks en los 50 y hippies en los 60, para volver posteriormente al sképsis original, paulatinamente, más intelectual y, por ende, más resistente al sistema, más sólido. De hecho, en praxis, conservaban aquel “explotar al sistema” característico de las décadas anteriores: Bobby trabajaba sólo los miércoles, repartiendo diarios casa por casa en Brooklyn, montado en el camioncito de un amigo. El esfuerzo era tan grande, que por dos días no se podía saber de él. Luego, ya estaba repuesto. Otro de la banda trabajaba los sábados, escribiendo lemas para una radio de Queens; y todos lamentaban la amarga suerte de Judy, que era profesora de dibujo y se veía obligada a dar clases de hora y media -¡tres veces por semana!- en escuelas secundarias de State Island… Robert Roth y su pandilla de beatniks se reunían una vez al año, ése era el gran acontecimiento, para la presentación de un nuevo número de su revista, And Then, que incluía ensayos breves, crónicas, relatos cortos y, por supuesto, poesía. Varios de mis poemas aparecieron en sus páginas. Nos reuníamos cerca de la casa de Robert, en el Greenwich Village, y ellos recordaban cómo era aquello 30 años atrás, cuando todavía no estaba de moda, cuando seguía siendo, por partes, un barrio obrero. O íbamos hasta la White Horse Tavern, en Hudson 567, a beber unas cervezas y hablar hasta el atardecer… ellos no eran demasiado optimistas respecto del futuro de su país y de su literatura. También frecuentaba a mi amigo Nicholas Stix, que no era del grupo, sino algo así como un beatnik independiente. El editaba una revista, A Different Drummer, y era un tipo extremadamente inteligente, quisquilloso, enojadizo y culto; le gustaba mucho el jazz, como a mí, y solíamos ir a los tugurios donde lo tocaban. No se sentían herederos directos del beatnik ni los de la banda Roth, ni Stix; a decir verdad, yo tampoco, pero coincido con ellos en que el beatnik influyó definitivamente en las letras posteriores a los 50 y que en ello estriba su supervivencia. Algunos otros autores y artistas a los que conocí y traté: Allen Ginsberg, que era un señor de traje y muy serio cuando me lo presentaron, en un homenaje a Walt Whitman que se realizó en Saint John The Divine, una espléndida iglesia de Manhattan. Era extremadamente simpático y al saber que era argentino, insistió en hablarme en un pésimo español que se le entendía muy bien. Me habló de su admiración por Jorge Luis Borges las dos veces que lo vi. A John Ashbery me lo presentaron en una reunión, pero hablamos muy poco, entre la multitud de invitados; generalidades, esas cosas… era muy parco y retraído. Estuvo allí una hora y luego se fue. También conocí a Laurie Anderson, compositora, música y performer originalísima. Una mujer muy talentosa e inteligente, muy aguda y ácida en sus juicios. Phillis Levin, senior editor de la revista Boulevard y muy amiga mía, me presentó a mucha gente, entre ella, a Molly Peacock, una poeta que estimo mucho, y a David Shapiro, ídem. Entre los poetas de origen latino, fui y soy muy amigo del cubano Rafael Bordao, editor entonces de la revista La Nuez y actualmente de Sinalefa, donde colaboro, y también conocí al puertorriqueño Alfredo Villanueva Collado, al novelista peruano Isaac Goldemberg, un tipo excepcional, y al uruguayo Roberto Echavarren, que es un muy buen poeta, entonces profesor en la Universidad de Nueva York. Y fuera de los nombrados, conocí a varios gángsteres literarios, pero a uno de los otros solamente y fue de pura casualidad. Yo vivía en la calle 82 entre Amsterdam Avenue y Central Park West, a media cuadra del parque, un “barrio de dentistas”, como lo llamaban burlonamente mis amigos “beatniks”, uno de mis bares preferidos era de mexicanos, en la calle 4, un sitio no muy recomendable para damas delicadas. Allí paraba también un viejo con muletas, de muy mal carácter, sentado siempre solo y que pedía un tequila que parecía durar eternamente. El de la barra era un pillo de Sonora, Joselito, dotado de esa gracia y socarronería típicamente mexicanas, y, a fuerza de vernos, nos hicimos más o menos amigos. Cuando le pregunté por el viejo lisiado y solitario, me dijo que me cuidara de él, que no se daba con nadie. Joselito me dijo que lo conocían como Old Jack, que había sido pistolero en Miami y que estaba retirado. En mi libro Manhattan Song, Old Jack inspiró al Eliot Di Nucci que vive en el segundo piso del Garbo´s Building. Cuando no volvió a ir al bar, le pregunté a Joselito por Old Jack y me dijo que descansaba ya en la santa gloria, atropellado por un taxi manejado por un húngaro, a pocas cuadras de allí, cosa de una semana antes de mi pregunta.

6- ¿Cómo evalúas tu poesía en el sentido de que Manhattan song es tu décimo libro de poesía y has ganado varios premios importantes como La Porte des Poètes, Premio Joven Literatura de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat, Primo Premio Tuscolorum Di Poesia, entre otros?

-Creo que la columna vertebral de mi poesía es fundamentalmente una búsqueda constante, un ir y venir buscando ampliación del sentido, nuevas formas. Ese es su intento, el de comprender lo exterior a mí y comprenderme, así como de expresar las relaciones que observo entre las partes del todo, yo incluido. Claro que es una premisa demasiado abarcadora y nunca lograré cumplir más que con una parte infinitesimal de sus alcances. Si lo logro alguna vez, me dejará más que satisfecho. Hasta ahora, creo que apenas tuve algunos pocos aciertos. No escribí nada importante todavía, no sé si alguna vez llegaré a ello. Trato de dejar escritos algunos versos que valgan la pena. Quiero una universalidad de mi poética, con un sesgo nacional reconocible, sin que ninguno de estos dos campos mengüe la importancia del otro. No creo que lo vaya a lograr, pero lo intento.
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Sobre los premios a los que aludiste, a los que recientemente se ha sumado el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México), estimo que son reconocimientos que naturalmente llegan; en la medida en que haces un trabajo honesto y consecuente; fatalmente alguien se da cuenta. Así como no hay poema bueno que quede sin publicar, tarde o temprano se reconoce lo bueno que hacemos. A veces, post mortem, a veces, en vida. Y no estoy de acuerdo con los sujetos que dicen despreciar los concursos literarios, porque siempre sospecho que de boca para afuera manifiestan eso, pero por dentro son escarbados por otras cuestiones. Dicen que los premios literarios están todos arreglados y ello no es absolutamente cierto; he ganado concursos en el exterior, donde nadie me conocía aún. En mi país, he ganado otros cuando formaban parte del jurado autores cuya estética y puntos de vista eran diferentes e incluso, diametralmente opuestos a los míos.

7- ¿Cuál es la mayor razón de publicar Manhattan song en un sello editorial peruano? ¿Cuál es tu relación con la poesía peruana? ¿Qué poetas conoces?

-Comenzaremos por respuestas a las preguntas finales. Conozco y aprecio mucho al mayor poeta latinoamericano, César Vallejo, que es a mi juicio superior a Pablo Neruda en profundidad y densidad de toda su obra. También a integrantes de Hora Zero, Ángel Garrido Espinoza, Tulio Mora, Jorge Pimentel, Eloy Jáuregui; y conozco a Antonio Cisneros, Ricardo Peña Barrenechea, José Watanabe, Enrique Verástegui y José Rosas Ribeyro, y a los autores nuevos a través de Sol Negro, pero me cabe la ignorancia del conjunto de la poesía peruana porque vivo en la Argentina, donde no circula como debiera toda la poesía actual latinoamericana.

La poesía argentina se ha vuelto acotada muchas veces en sus miras, se concentra en los lobbies regionales, en las peleas por tal o cual publicación, por ser o no incluido en tal o cual parcial antología, por ser nombrado o no en tal o cual suplemento literario de los periódicos con cierta asiduidad. Es una visión muy anterior, ya en su tiempo deplorable. Creo que para el poeta de nuestro tiempo, el destino es salir al mundo y publicar dentro y fuera de su país, inclusive en otros idiomas, a través de buenas y difundidas traducciones. Ser el “más lindo de la aldea” es una estupidez, y lo ha sido siempre, pero con la globalización de la cultura, lo es doblemente. El poeta contemporáneo tiene que ser un poeta internacional, porque la cultura en todas sus manifestaciones se ha internacionalizado. Gracias a Internet y otros medios, algunos autores publicamos desde Filipinas hasta Lima, desde Sudáfrica hasta Londres, desde Hong Kong, Nueva Delhi, Marruecos, hasta Nueva York, San Francisco, Toronto y Montreal. Desde París hasta Madrid. Eso nos está diciendo algo. Entre otras cosas, que el horizonte se ha ampliado al conjunto del mundo. Que vale cotejar lo que escribimos con lo que se publica en otras latitudes, en nuestro idioma y también en los demás. Entonces, creo que el poeta de nuestro tiempo tiene que pensar seriamente en salir del estrecho marco de su aldea y publicar en otros sitios de la “aldea global” de la que ya nos hablaba Marshall Mc Luhan hace tanto tiempo, porque al menos para la cultura las fronteras se han extinguido. Publicar bajo el sello de Sol Negro es para mí no sólo un honor, dada la generosa oferta y la calidad de su creciente fondo editorial, sino también una necesidad, como lo fue aceptar la oferta, en años pasados, de la Universidad de los Andes y de Ediciones Ala de Cuervo, de Venezuela, y antes de ello, de Luz Bilingual Publishing Inc., de Estados Unidos y de Ojos de Papel, de Madrid. Hablo de la necesidad de un poeta de nuestro tiempo de llegar a otras sociedades, a otros status literarios, a otras conformaciones poéticas, otras tradiciones del género. Arriesgo más: el poeta contemporáneo será internacional o no será.

8- Por último, ¿cuáles son los futuros planes? Sabemos que se prepara una antología crítica de tu poesía en Argentina.

-Se trata de la “Breve Antología Poética”, cuya introducción, notas y selección estuvo a cargo de Elizabeth Auster, una estudiosa que ya hace unos años preparó y editó un trabajo sobre mi obra de alcance más acotado, “Poemas Reunidos”, publicado como libro electrónico por la editorial española La Sombra del Membrillo. La “Breve Antología Poética” es un libro de 112 páginas que reúne aquello que Auster señaló como lo más representativo de toda mi obra publicada hasta la fecha, con una introducción muy inteligente y acertada: Auster toca en ella la mayoría de los núcleos de significado de mi poética, los relaciona e inscribe las huellas de esa escritura en el desarrollo de la poesía argentina de mi tiempo. Se trata de un excelente trabajo, desde mi punto de vista, y dado que soy el objeto de su estudio, me parece que puedo hablar del trabajo de Auster con alguna propiedad. El lanzamiento del libro se produce en mayo de este año, bajo el sello de Ediciones Juglaría, de Rosario, provincia de Santa Fe, desde el interior de mi país, una situación que me agrada y atrae mucho. Agradezco muy sinceramente, tanto al sello editorial como a la antóloga, que se hayan ocupado tan generosamente de reseñar y publicar una antología de mi obra poética. Creo que es probablemente cierto lo que me dijo sarcásticamente un amigo y colega, hace poco, al enterarse de la publicación de la antología, que “evidentemente, te estás haciendo viejo, ahora que los jóvenes se ocupan de tu obra”, y puede que sea cierto, dado que tengo ya 51 años, aunque sigo siendo el mismo irresponsable –interiormente, me siento así- que cuando tenía 23 años y salía de prensas mi primer libro.
En enero de este año, 2008, Barnwood Press, de Seattle, EE.UU., publicó el segundo tomo de Poet´s Bookshelf, un emprendimiento muy interesante, que consiste en invitar a poetas a realizar un listado de los 10 libros que más influyeron en su obra y explicar por qué. Fui el único latinoamericano invitado a participar y cuando me vi en compañía de autores como Robert Bly, David Shapiro, Tom Clark, Diane Glancy, Ted Kooser y Robert Mezey, entre otros, me sentí más que halagado. Sentí que haberle dedicado las últimas dos décadas a buscar un espacio en la poesía internacional había valido la pena, que estaba siendo reconocido ese empeño. En marzo último, la misma editorial lanzó un e-book con una colección de mis poemas, titulada The Worlds´ Bazaar, traducida por la poeta argentina Beatriz Alocatti, a quien le debo mucho también, por su paciencia y dedicación, por su incondicional apoyo de siempre. Actualmente estoy terminando, creo, un nuevo poemario, que no tiene título definitivo, y estoy en conversaciones con una editorial inglesa, que podría publicar a fin de este año o comienzos del próximo una colección de mis poemas que tiene por título About the Insistent.

AIRADO VERBO DE JUAN JOSÉ SOTO, PRIMER TÍTULO DE SOL NEGRO EDITORES

JUAN JOSÉ SOTO
AIRADO VERBO
LIMA: SOL NEGRO EDITORES, 2008. 52 pp.

SOBRE “AIRADO VERBO”, POEMARIO DE JUAN JOSE SOTO Por LUIS BENITEZ


El presente poemario, que su autor, Juan José Soto, ha titulado “Airado Verbo”, constituye la cuarta entrega en el género de este poeta peruano, nacido el 3 de agosto de 1965 en Barranco, Lima. Con anterioridad a los textos que aquí nos ocupan, Soto nos ha brindado “Cárcel de mi ojo” (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005).

Juan José Soto pertenece a la generación de los 90 y es bien conocido en nuestro medio no sólo a través de los citados poemarios, sino a través de sus colaboraciones en revistas tanto de formato papel como virtuales, así como por su inclusión en diversas antologías de poesía latinoamericana.

Hoy por hoy, como miembro conspicuo de la generación intermedia, la poesía de Soto encuentra una recepción amplia entre aquellos que somos sus lectores, tanto dentro como fuera de su país.

¿A qué se debe esta aceptación, por parte del lector especializado, de la poesía de Juan José Soto? Particularmente, al ser uno de ellos, me parece que tiene que ver con la capacidad demostrada por Soto para referirse a los temas fundamentales del género desde una óptica personal, pero entroncada en las grandes tradiciones de la poesía escrita en español. Realiza Soto una revisión de las posibilidades expresivas de nuestra muy plástica lengua, y sabe utilizar muy adecuadamente los recursos que ésta proporciona. Sin embargo, esto –la habilidad formal- no alcanzaría para determinar una preferencia. La misma está avalada también por otra destreza de Soto: su capacidad para convertir esos recursos que aludimos antes en funcionales al eje del poema, en expresión concreta de los sentidos que éste ofrece. No hay en Soto un despilfarro de metáforas, una lluvia de fuegos artificiales ni el inseguro disfraz que proporcionan –aparentemente- las imágenes gratuitas a quien no domina con exactitud y precisión los núcleos de sentido que se propone recorrer.

Singularmente, en Soto encontramos una mesura que prefiere evidentemente descartar todo aquello que no conduzca directamente a la materia viva del poema.
Desde luego, este proceso no se produjo a partir de la nada, sino que exigió el aprendizaje del oficio poético al autor, a través de los tres poemarios que precedieron a “Airado Verbo”; como decía el gran César Vallejo: “No hay dios / ni hijo de dios, / sin desarrollo.”.

Pero desde luego, es necesario que los gérmenes vitales de aquello que va a desarrollar posteriormente el autor estén ya presentes en sus inicios, para que la construcción cultural que operará sobre la obra pueda partir de una base firme.
Sin duda, en los libros anteriores que le debemos a Juan José Soto estos puntos de partida están, lo que nos hace pensar en la necesidad a futuro de realizar un trabajo más ambicioso con su obra, una vez que ésta ha alcanzado, con “Airado Verbo”, su plenitud.
Ciñéndonos al poemario presente, señalemos algunas constantes básicas de la poesía de Soto, además de esa mesura expresiva alcanzada a la que antes hemos aludido.
Una de ellas, es la posibilidad que exhibe el poeta de alcanzar la sensibilidad y el intelecto del lector con un mismo verbo. La poesía de Soto es, a la vez, una poesía de ideas y un registro que puede comunicarse emocionalmente con el lector, una conjunción por lo menos infrecuente y que nos habla a las claras de las capacidades y el dominio que el autor tiene de su propia obra.

En “Airado Verbo”, se ejemplifica muy bien esta doble vía empleada por Soto, de simultáneo mensaje a la esfera emotiva y a la faceta intelectual de aquel que recorre sus páginas.

Así, dice el poeta:

“Poesía es una antorcha
Enciende palabras
Ojos inmóviles
La ansiosa mirada de la muerte

Encendido rayo cada verso
En el naufragio de la noche
Ileso amante
del fiero abrazo de las peñas
Obstinado mar en la orilla
Ardiente voz de hoguera
Airado verbo
Turbada sangre
Sótano de caos
De hondura a tientas”

Apreciamos cómo maneja Soto el universo de las definiciones, mientras le agrega la baraja posible de imágenes que apuntan a la sensibilidad. Lo muy destacable, es que en su poesía –al menos, en este cenit que apreciamos en “Airado Verbo”- no es posible separar un juego de propuestas trasmisoras de ideas y definiciones de aquella otra vía que “ataca”, por así decirlo, la faceta emotiva del lector. Ambas vías están en “Airado Verbo” tan eficazmente imbricadas, que no pueden ser ya separadas sin destruir, efectivamente, al conjunto del texto. Desde luego, este sendero, es muy obvio, es intentado por muchos autores no sólo en nuestra lengua, ya que constituye uno de los objetivos estilísticos más claros de un poeta en todo tiempo y lugar. La base de nuestra observación no es el intento de Soto, sino su acierto repetido –reiterado a lo largo de todo el poemario que nos ocupa- al manejar este difícil camino, uno de los más ambiciosos en el “oficio sombrío”, como gustaba definirlo Dylan Thomas, en alusión al trabajo poético.

Los ejemplos de estas capacidades de Soto, que vuelven necesario fijar atentamente la mirada en su poesía y seguir con atención lo que será su posterior desarrollo, los encontramos en otras secciones de “Airado Verbo”:

“Océano de arrebatado cielo tus labios
Entre las copas colmadas de silencio
Inexplicable sentido de las horas
del sonido
Del loco que habita en los objetos
Del tiempo inmóvil en las olas
De la extraña criatura emergiendo de tus pechos
Ávido cuerpo
Herido de impericia
Mientras Babel aúlla sordamente en las calles
Y un hombre decapitado huye de la Tierra prometida”

Aquí se evidencia todavía con más fuerza cómo el poeta domina a la perfección las riendas de su obra; puede aludir con destacable control inclusive la faceta erótico-amorosa, con la cual otros autores ceden a la tentación de desequilibrar el sentido del poema, reduciéndolo a la sola dimensión del deseo; algo lícito, desde luego, pero que disminuye notoriamente las posibilidades polisémicas del texto.

En vez, Soto muestra en el fragmento anterior –y cada vez que aborda esos peligrosos rumbos- que puede mantener la misma tensión emotiva y de sentido conceptual que en las demás secciones del volumen.

Particularmente, pienso que estos pequeños milagros de sentidos y de formas lingüísticas que demuestra Juan José Soto que es capaz de brindarnos –con singular potencia en su nuevo poemario, “Airado Verbo”- obedecen a que ha llegado acabadamente a comprender que la sustancia inefable de la poesía no radica ni en los núcleos de sentido ni en las capacidades de suscitar emociones que demuestra poseer un texto. Creo que Soto comprende y ejerce ya desde esa comprensión su “oficio sombrío”, el axioma quizá fundamental de la poesía occidental: que la poesía no tiene temas, sino que demuestra las capacidades propias del género aquel autor capaz de reunir, en algunos versos, por alusión o elusión, la suma de todos los temas. Ese aleph que brilla en las palabras y que Soto encontró o va a encontrar muy pronto, nos obliga a seguir muy de cerca cuanto escriba a partir de su exacto y muy efectivo “Airado Verbo”.

En Buenos Aires, el 29 de junio de 2008

FRAGILIDAD DE LO VISIBLE de Alex Morillo y OMBLIGO DE ÁNGEL de José Cabrera Alva

La Editorial Pájaro de Fuego, de Patricia Colchado Mejía, incursiona en el medio literario peruano con dos poemarios que serán presentados en la Feria Internacional del Libro de Lima 2008, el domingo 27 de julio a las 7.00pm en la sala Blanca Varela, Centro de Convenciones del Jockey Plaza.

Fragilidad de lo visible de Alex Morillo

Alex Morillo estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado textos críticos y poéticos en diversas revistas, periódicos y muestras antológicas del Perú y del extranjero. Actualmente, es miembro del grupo cultural Nudo de Voces, con el que ha publicado la plaqueta colectiva Nudo (2007) y es codirector de la revista de literatura Tinta Expresa. Fragilidad de lo visible son 17 textos en los cuales se pretende fijar, desde sus primeros lances poéticos, una paradoja tan cerca y lejos a la vez del hombre: el cambio, lo fugaz, la migración de las esencias, el tránsito de la materia, de las sensaciones del mundo. Por ello construye una dimensión en donde la poesía se erige como un efecto envolvente que transgrede sus propios dominios para reconocerse entre el mundo y las palabras. Para el reconocido poeta Hildebrando Pérez, en este libro "se percibe un feliz acierto: partir del canon vigente de la escritura en nuestro medio y echarse a volar por horizontes insospechados, como los pájaros incandescentes: son sus alas los ritos del amor, la soledad y el conjuro de lo inasible que apenas se diluye, en cada texto suyo, con un leve tono narrativo."
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Ombligo de ángel de José Cabrera

José Cabrera Alva es bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es codirector de la revista de literatura Ajos & Zafiros. Ha publicado los poemarios El libro de los lugares vacíos (Dedo crítico, 1999), Canciones antiguas (Editorial San Marcos, 2004) y, recientemente, Ombligo de ángel (Pájaro de Fuego). Asimismo, ha obtenido el Segundo Premio Adobe de Poesía con el conjunto de poemas Música para una donna y ha sido finalista en el Premio Copé de Poesía 2003 con El libro del mal amor. Poemas suyos han sido publicados en revistas especializadas, como Dedo crítico, More ferarum, El Hablador, El malhechor exhausto, Ping pong, Ajos & Zafiros, y diarios del medio. Ha traducido, además, a diversos poetas en lengua francesa y realizado estudios de Artes Plásticas en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en el Centro Cultural de la Universidad Nacional Federico Villarreal. En su tercer libro, Ombligo de ángel, José Cabrera nos entrega, desde una lectura moderna y una lograda capacidad para sintetizar y lograr profundidad en las imágenes, una propuesta poética que aborda diversos tópicos acaso tan remotos y elementales en el mundo, como el carácter sagrado y ritualesco. El crítico literario Marcel Velásquez señala del libro lo siguiente: “El título del poemario remite a una paradoja, a una imposibilidad. Dividido en un exordio y dos secciones, ofrece un recorrido intenso, a veces febril, por el acto de nombrar y por la celebración de un Eros omnipresente, una fuerza que late en la naturaleza, en los animales, y que todavía se conserva como cielo interior bajo la piel del hombre.”

martes, 22 de julio de 2008

ENCUENTRO DE ESCRITORES DEL PACÍFICO


Tendrá lugar del 23 al 26 de julio en el puerto de Acapulco y reunirá a más de 35 autores de once estados que integran el litoral mexicano

Con el objetivo de consolidar también al paradisíaco destino turístico como un punto de enlace con la cultura, Acapulco será sede del Primer Encuentro de Escritores del Pacífico, en la Casona de Juárez, del 23 al 26 de julio de 2008.

Subtitulado El Pacífico Escribe, el encuentro asimismo busca convertirse en un vínculo de la familia con el conocimiento universal a través de la obra literaria de más de 35 autores seleccionados por cada uno de los once estados que conforman el litoral del Pacífico.

En conferencia de prensa, Fabiola Vega Galeana, secretaria de Desarrollo Social del Ayuntamiento de Acapulco, subrayó que hay especial énfasis en atraer a las familias completas al Encuentro de Escritores y, sobre todo, a los niños y jóvenes como potenciales lectores.

En suma, acotó, “queremos que Acapulco no sólo sea visto como un destino turístico de sol, playa y reventón; estamos uniendo esfuerzos con autoridades del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), el gobierno del estado, el Instituto Guerrerense de la Cultura y la presidencia municipal para que también sea un referente cultural atractivo para todo público”.

Redondeó que la cultura debe ser una premisa importante en el desarrollo del país y en el caso concreto de Acapulco, se tiene el firme propósito de que también se transforme en una opción cultural de calidad.

Eunice Sandoval, directora de Animación Cultural del CNCA, subrayó que el encuentro reunirá a escritores de renombre y a promesas literarias que no han tenido el foro adecuado para darse a conocer.

Las actividades serán interesantes, agregó, toda vez que se trata de “una reunión de talentos de quienes viven cerca o en el Pacífico mismo y que han sido convocados por Citlali Guerrero Morales, gestora y coordinadora del encuentro”.

Fernanda Anaya Gómez-Maganda, subsecretaria de Turismo del estado, felicitó al Conaculta por respaldar y promocionar este primer encuentro que, sin duda, tendrá el éxito esperado.

Comentó que la sede del encuentro (la Casona de Juárez), es una joya arquitectónica e inmejorable marco para difundir la cultura y la obra literaria que se desarrolla en los once estados del litoral del Pacífico.

Al encuentro asistirán escritores de Baja California Norte, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.

Asistirán como invitados especiales los escritores Sealtiel Alatriste, Grissel Gómez Estrada, Luis Tovar, Eduardo Mosches, Alí Calderón, Álvaro Solís y Ervey Castillo.

Fuente: CONACULTA

jueves, 17 de julio de 2008

XVIII Festival Internacional de Poesía de Medellín

LA PAZ Y LA POESÍA EN MEDELLÍN POR DANTE ILDEFONSO

El último día en Medellín, el sábado 12 de julio (2008), Carlos Alfonso Rodríguez, escritor peruano que vive en la ciudad de Botero hace muchos años, me agenció la biografía del poeta Porfirio Barba Jacob escrita por Fernando Vallejo, libro con el cual el autor de La virgen de los sicarios se encumbró entre la mejor prosa latinoamericana. La biografía del poeta paisa - a los de Medellín se les dice así - empieza con su vuelta a la tierra natal el 12 de abril de 1927, “tras un ir y venir incierto de veinte años por tierras de Centro América y de México y por las islas del Caribe” y etc. Barba Jacob, de su reciente expulsión del Perú por el dictador Leguía, entraba en barco a Colombia por Buenaventura, un parecido a nuestra Chincha pero en puerto, donde justamente yo había tenido un recital cuatro días atrás, haciendo previa parada en Cali pachanguera. Dos días antes de ese último día en Medellín, por otra coincidencia, había yo leído en el auditorio Porfirio Barba Jacob, y allí fue donde me reencontré (desde los años noventa de la generación X) con aquel mi compatriota que me habló tan pronto del poeta paisa, por quien ahora leía lo trascrito por Vallejo en este libro mentado y agotado, El Mensajero, líneas más adelante, estas sabias y hermosas palabras de Barba Jacob: “La poesía es desinteresada, tiene su fin en sí misma y hay que realizarla como esfuerzo complementario de la vida.”

Siete días atrás, yo arribaba con el día, el sol y las nubes, primero al aeropuerto de Bogotá, y cincuenta minutos más tarde al aeropuerto de Medellín, y con verdadero esfuerzo complementario a la vida debido a una tristeza limeña que cargué a último momento en mi equipaje interior, en esa parte donde los poetas, dicen, padecen más. Fui recibido “bacano” y conducido en una camioneta ploma, entre campos verdes y aire transparente, directamente al Hotel Nutibarra, nombre extraño pero que proviene de la raza de los habitantes antiguos de la región, donde nos hospedamos todos los poetas del XVIII Festival Internacional de Poesía. Fui bien recibido allí por Luis Eduardo Rendón de la Revista Prometeo. Este hotel queda en el centro de Medellín, en una plaza agitada donde también está el Museo de Arte de Antioquia, donde muchas esculturas de Botero hechas de bronce dialogan y andan sueltas entre los transeúntes y, por supuesto, entre sus bellísimas mujeres que me volvieron loco; y donde cruza uno de sus metros que van de extremo a extremo de la ciudad del porro, que no es marihuana sino una especie de cumbia, en donde el escritor Fernando, en la película La Virgen de los Sicarios, dijo excitado: “Soy el último gramático de Colombia, el que descubrió el proverbo que, ¿saben qué es? Es la palabra que está en lugar del verbo. Un ejemplo: ‘dijo que lo iba a matar y lo hizo’. Ese hizo que está en lugar de matar es el proverbo.”

Cuando llegamos en buses aquella tarde inaugural del sábado 5 de julio al cerro Nutibarra, había ya mucha gente apostada en sus asientos del anfiteatro. Era cierto lo que se decía de este famoso Festival: la fastuosa cantidad de público, que festejaba los poemas como si se tratara de rock, cumbia o vallenato; pero más que eso: muy atento a los versos y consciente del significado de paz que año a año el evento enarbola. Aquella tarde leían los poetas venidos de muy lejos y con otras lenguas, y empezó la lluvia. El público simplemente abrió sus paraguas y sin moverse siguió deleitándose con las versiones originales de los poemas y sus respectivas traducciones al español. La lluvia cesó a la media hora, pero la poesía siguió cogida del silencio del gran auditorio, solo interrumpida por los aplausos y la euforia. Por primera vez veía a poetas, entre otros, de Suiza, Nigeria, Kenia, Ruanda, Malawi, Afganistán, Tailandia, India, Noruega, Egipto, y de países raros como Tayikistán o Uzbekistán, y de aquel país muy familiar nuestro en los años 90 llamado Bielorrusia, era el poeta buena onda Andrei Khadanovich, con quien leí un día antes de mi partida en el auditorio de la Escuela del Maestro. Aquella tarde fue una babel de poesía en el tropical andino cerro que conecta a las montañas verdes que rodean la ciudad de Leonel Ospina. Es decir, empezamos por todo lo alto y ancho del mundo, y todo concentrado en el calor de Medellín, la ciudad de la eterna primavera. El director del Festival, Fernando Rendón, había dicho en una entrevista publicada tres días antes de mi partida: “Hace 20 años la poesía no tenía tanta fuerza en la juventud de la ciudad, ahora la tiene porque nosotros hemos construido ese proceso y nos parece que ha sido para bien (…) Nosotros les hemos quitado a los poetas extranjeros el miedo de venir a Medellín, le hemos ayudado a Medellín a quitar el miedo a su propia sombra y a su propia guerra y hemos lavado la atmósfera de la ciudad. Hubo un tiempo en que se hacía el Festival de Poesía en medio de bombas y carros-bomba y así fue que empezamos a ayudar a recuperar a Medellín…”

Todos los días tuve recitales en diferentes lugares, incluido el puerto de Buenaventura, adonde fui con una poeta hindú, Mamta Sagar, y un poeta de Nigeria, Obi Nwakanma, por avión y en auto, previas paradas de soldados vigilando la ruta próxima al puerto. Un viaje verdaderamente alucinante, real maravilloso, masticando mi inglés, con guayabera y guayaba, como para contarles a mis hijos y nietos literarios de mis barrios de Apolo. Yo, que venía de Lima cansado de los recitales, jurando ya no leer más, excepto en este festival y en otro que vendrá (cruzando el charco), poco a poco empecé a sentir una transformación. Me vi leyendo como hace muchos años, con ese entusiasmo grande tipo Verástegui cuando leía así también hace años, y que los poetas noventeros de la generación del desencanto muchas veces imitábamos. Poco a poco daba rienda suelta a mis poemas más telúricos tipo José María o Cruz y ficción o Má o La Virgen Loca (con final de Edward Norton). De pura emoción y gratitud me propuse no repetir ningún poema en los diferentes recitales, y así lo hice. A pesar de que eran lecturas simultáneas, el público llenaba todos los auditorios o salones día a día. Después de cada recital, éramos asediados con preguntas de todo calibre, saludos afectuosos y solicitudes de autógrafos. Luego la noche, dependiendo, era para salir o dormir temprano.
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El último día, por la calle o carrera Junín, llegué a la plaza Bolívar, entre las gigantescas ceibas, de inmensas raíces que se aferraban golosas a la tierra quien sabe desde hace cuántos años. Allí, obviamente, estaba Bolívar con su caballo: “la gloria es una estatua donde cagan las palomas”, dijo el escritor Fernando en la película citada. Luego llegué a la otra plaza donde también hay esculturas de Botero, donde dinamitaron en el 95 a una de ellas, La Paloma de la Paz, y que sigue allí, a pedido del mismo Botero, tal cual como quedó. Luego hice un taller en el Parque Biblioteca Belén, impresionante centro cultural en un barrio simpático a treinta minutos del centro. Hablé sobre el humor y la ironía en la poesía, leyendo a poetas peruanos sobre todo, y mandé escribir poemas, que luego los analizamos. Más tarde me vi por la iglesia Veracruz, bebiendo una cerveza Pilsen a 1,300 pesos, caminando entre más esculturas de Botero, la Venus Dormida, el Hombre a Caballo, la Mujer, la Cabeza, el Caballo, y escuchando El Sonido del Silencio de Paul Simon que tocaban por ahí en versión andina, con quena y zampoña. Después me animé a beber una copa de guaro, o sea aguardiente, viendo a la gente pasar por última vez para mis ojos peruanos del Perú (perdonen la tristeza). Era mi despedida. “Un día la paz se extravió/ -¿Dónde estará? Preguntó la curiosidad/ - Nadie la ha visto, comentó la soledad/ -Si vuelve bien y si no también,/ murmuró el orgullo/ El problema es de ella,/ sostuvo la indiferencia/ -Es horrible, agregó la vanidad/ Desaparezca para siempre,/ vomitó el odio/ - La extraño, suspiró la melancolía/ -¿Y si no vuelve?, pensó la inocencia/- Me hace falta, lloró la ternura/ -Ella regresará, afirmó el optimismo…”, leía este poema de Albeiro Ramírez que, entre otros, se repartían gratuitamente e independientemente en el recital final en el cerro Nutibarra, nuevamente repleto de miles de personas. Cuando me tocó, leí El extraño camino de la poesía de Abel. Y al rato me tenía que ir. Mi avión salía en unas pocas horas. Cuando ya iba de salida, una muchacha me abordó y me dijo que le había gustado mi lectura del día anterior. Le regalé mi libro. “¿A qué te dedicas?”, le pregunté. “Estudio Física”, me respondió la futura científica, y nos despedimos. La poesía es para todos.

No solo fue mi último día en Medellín, sino tal vez el inicio de otro tiempo, en otra dimensión. Es que escuchaba en alguna parte más allá de lo tangible esa misma canción de la película mencionada varias veces arriba: “Sediento del alma/ tu amor que se me fue/ tu amor que me olvidó/ por el viento yo voy penando/ amorcito quién te arrullará/ pobrecito que perdió su nido/ sin hallar abrigo en un solito bar”. La camioneta rumbo al aeropuerto me llevaba zigzagueando las montañas verdes y frescas, dejando abajo la ciudad, alejándome de la poesía y conectándome con las nubes que buscaban ahora la noche. “Caminar y caminar/ y al comienzo oscurecer/ y la tarde que se va ocultando/ amorcito que el camino va/ amorcito que perdió su nido/ sin hallar abrigo/ en el vendaval”. Oyendo la voz y el acordeón de Lisandro Meza, acompasando con los dedos en la ventana, me iba despidiendo del poeta Espina, de Alan Mills, de Marcos Ana que dijo “luchar por los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo”, de Sagar y su libro Like this, on the page “the song”, de Arturo Sánchez Trujillo y su libro Con las flores en el colofón, de Jorge Iván Grisales y su libro Los versos del nadador ciego, de Julio César Arciniegas y su libro Abreviatura del árbol (ganador del Premio Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob), de la librería el Callejón de las Palabras, de Benjamín Chávez, de Carlos Alfonso Rodríguez, del generoso Fernando Rendón, de Luis Eduardo, de todos los paisas del mundo allí presentes, y sobre todo ¡de las muchachas bellas de Medellín! (que rima con las muchachas bellas de Berlín, donde estuve el año pasado, desplegando también mis sucios poemas). “Amor senderito del alma/ te vi desde mi corazón/ sin ti yo he perdido la calma/ senderito del alma/ senderito de amor.” Se me vino el tiempo encima, pensé así como en la película el escritor Fernando dijo al joven sicario al oír esta canción en la versión de Pedro Infante. Pero yo ya volaba de vuelta a Perú, cargando pena y alegría simultáneas, consciente de todo lo vivido kilómetros abajo, años recorridos en poesía, y leyendo la biografía del poeta Barba Jacob, en el cual se trascribían estas sus palabras que, como resumen de todos mis viajes hechos hasta entonces, deseaba hacerlas mías: “He vivido peligrosamente, aunque sin proponérmelo: he ahí mis aventuras y mis leyendas. Creo que he concluido ya el viaje de circunvalación del mundo moral. De regreso de una etapa dolorosa de negación y desprecio de mí mismo, he acabado por reconciliarme con mi propia naturaleza. Pienso, como San Francisco de Sales, que acaso no sea conveniente que exageremos nuestra miseria. Del pesimismo pasé a la melancolía y de ésta a la conformidad: indudablemente la vida tiene un hondo sentido religioso. Encontrar este sentido, he aquí la más bella de mis aventuras.”

Parafraseándolo, entonces, quizás esta sea mi conclusión también: la poesía tiene un hondo sentido religioso. Sino como prueba leamos tan solo a estos dos poetas del Festival:

XXX (Jorge Iván Grisales. Colombia)

He saqueado toda una vida para escribir estas líneas:
Hoy se dobla la flor del girasol
Que he plantado dentro de mí.
A este nicho penetro
Para cuidar al moribundo
Esperando la hora en que todos
Se olvidan de nombrarlo.
El empieza a recordar, y desde la habitación contigua
Alguien contesta en la misma pesadilla.
“No salgas aún no clarea la mañana”.
Le acompaño hasta el último escalón que conozco,
Dormido le olvido y él se olvida.


Mi Madre y Yo (Mamta Sagar. India)

Soy exactamente como mi madre
Cuerpo delgado, dedos huesudos,
Círculos oscuros debajo de los ojos;
Dentro, un corazón fuerte
Cargado de atenciones; una mente
Acosada con pensamientos que no puede
Acarrear completamente; y a primera vista,
una suave sonrisa.

Soy exactamente como mi madre
Sus lágrimas fluyen en mis ojos.

Lima, 17 de Julio, 2008.

jueves, 10 de julio de 2008

Edgardo Nieves Mieles, poeta puertorriqueño, en Lunes literarios en Sancho Panza

Este lunes 14 de julio, a las 8:00 p.m., en Sancho Panza Café Bar tendremos como invitado al poeta Edgardo Nieves Mieles (Puerto Rico, 1957), autor de El ramalazo de semen en la mejilla ortodoxa (de cómo un poeta recién casado corteja a la poesía a escondidas de su esposa y otras taquicardias), El amor es una enfermedad del hígado, y Las muchas aguas no podrán apagar el amor. Premiado por diversas entidades en Puerto Rico este autor de la generación de los ochenta forma parte del grupo de escritores que se aglutinó en torno a las revistas Filo de juego (1984-1987) y Tríptico (1987-1989) y figura en las más importantes ediciones antológicas de su país.

En este recital lo acompañarán:

Pedro Granados (Lima, 1955), autor de Sin motivo aparente, Juego de manos, Vía expresa, El muro de las memorias, El fuego que no es el sol, El corazón y la escritura, Lo penúltimo, Desde el más allá y Al filo del reglamento.

Robert Jara (Guadalupe, Pacasmayo, 1969), autor de Cantata al silencio, miembro del colectivo literario puertorriqueño El Sótano 00931, del grupo literario Namul, del centro cultural Runakay, y de la Asociación Internacional de Músicos Andinos (AIMA), trabaja por el rescate y revaloración de la identidad cultural de su pueblo.

Bruno Polack (Lima, 1978), ha publicado (Alegorías hiperbólicas) o Las ruedas del beso de Reinaldo Arenas, y El pequeño y mugroso pólack. Participó en el comité editorial de la revista Evohé.

Víctor Ruiz (Lima, 1982). Poemarios: Aprendiendo a hablar con las sombras y Délibáb. Enemigo del viento. Premio juegos florales de la Universidad Villarreal 2003. Es director del sello editorial Lustra.

Paul Guillén (Ica, 1976), autor de La muerte del hombre amarillo y La transformación de los metales. Dirige el blog, revista virtual y editorial Sol negro.

Auspiciado por la Municipalidad de Barranco

EL INGRESO ES LIBRE
OFERTAS ESPECIALES POR LUNES LITERARIOS
SANCHO PANZA - CAFÉ BAR

Av. Grau 209 A, Barranco / Reservas: Telf. 460-0762

En la fotografía: Edgardo Nieves Mieles

martes, 8 de julio de 2008

Jack Spicer, García Lorca y la poesía experimental por Martín Rodríguez-Gaona

"De alguna forma el infierno existe en la distancia / Entre lo que se recuerda y lo que se ha olvidado. / El infierno de alguna forma existe en la distancia / Entre lo que sucedió y lo que nunca sucedió / Entre la luna y la tierra del instante / Entre el poema y el ojo amarillo de Dios”. Al leer estos versos de las “Elegías imaginarias”, parte de los hermosísimos poemas que el poeta estadounidense Jack Spicer (1925-2005) rehusó al iniciar la segunda etapa de su obra, un inteligente amigo llegó a una conclusión rotunda: “A veces, la poesía experimental demuestra una profunda vocación autodestructiva”. En efecto, se suele entender que la poesía es un arte para minorías y, dentro de ella, que toda propuesta que desafía abiertamente lo comunicativo –desde posiciones gráficas, lúdicas o intelectuales– está condenada, por esa ligereza, a la oscuridad más absoluta, al desprecio o el olvido de los lectores. Sin embargo, para Jack Spicer, el extraordinario poeta-lingüista de San Francisco, aquel riesgo resultaba inevitable, pues estaba en juego encontrar una vía para que la palabra recuperase su condición de productora de sentido (una idea amenazada en la modernidad por las aportaciones de Mauthner, Wittgenstein y Sapir, que niegan la referencialidad natural del lenguaje, su capacidad para traducir lo real). Consecuentemente, Spicer asumiría este reto desde lo más profundo de su personalidad, con el dramatismo del ludópata y la obsesión del hincha –el bridge y el béisbol eran otros de sus juegos favoritos- porque, finalmente, la poesía debía ser algo más que la expresión del deseo o la frustración de un individuo. La tarea era lograr que los poemas trascendiesen su condición de asuntos de una sola noche, que llegasen a ser más significativos que el sexo en las saunas públicas.

Esta decisión, asumida en 1957, cuando Allen Ginsberg, Jack Kerouac y otros escritores Beatniks asaltaban la escena poética estadounidense, le hizo emprender A la manera de Lorca, un conjunto de cartas, traducciones e imitaciones, dirigidas al fantasma del poeta andaluz. En este libro, Spicer hace participar a García Lorca como autor de textos apócrifos y destinatario epistolar de reflexiones poéticas y personales, incidiendo en que toda lectura crea una comunidad espiritual, al menos por un verano, al menos de forma efímera. De esta audaz manera, Jack Spicer lograba cuestionar conceptos tradicionales asociados a lo poético, como la autenticidad y la autoría.

A partir de aquel momento su obra, continuada en pequeños conjuntos de poemas como A textbook of Poetry, The Holy Grail o Language, se basa en dos principios fundamentales: la escritura surgida como consecuencia de un dictado externo –proceso ajeno por completo a la voluntad del autor- y la creación constante de sistemas, de poemas en serie, con los que supera las limitaciones del lirismo decimonónico. Esta fe en una aproximación casi ocultista al lenguaje lo relaciona con las poéticas de Yeats, Rilke y Stefan George, y en gran medida, su inusual mezcla de intelectualismo e irracionalidad ha hecho de la poesía de Spicer una de las más apreciadas e influyentes de la poesía estadounidense contemporánea.

Pero Jack Spicer, fuera de sus logros, demostró siempre un extraordinario talento para llegar muy temprano o muy tarde a todas las citas donde se encontraba el éxito. Después de haber sido uno de los responsables de la creación de la Six Gallery, un inoportuno viaje le impidió participar allí en la lectura de Aullido (1955) con la que Allen Ginsberg dio el pistoletazo inaugural a la poesía de su generación. Más grave sería aún la deserción que su amigo Robert Duncan hiciera del pequeño grupo que conformaban con Robin Blaser, paródicamente llamado Berkeley Renaissance, en búsqueda de la notoriedad de otros proyectos como el Black Mountain College o los propios Beats.

El golpe decisivo, no obstante, fue mucho más concreto, lento y artero: Spicer rechazó, en plena caza de brujas McCarthysta, un juramento de fidelidad a la constitución de los Estados Unidos, por mantener sus vínculos con la Sociedad Mattachine, organización pionera en discutir el papel de los homosexuales en la sociedad contemporánea. Este gesto le costaría dañar irreparablemente su carrera universitaria, hasta llegar al desempleo, por lo que los últimos años de su vida se convirtieron en una academia improvisada en bares para jóvenes poetas, largas horas en la playa, escuchando béisbol y sugiriendo versiones de un lenguaje marciano para el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, y grandes dosis de alcohol y poesía.

La seriedad del jugador nato llevada a todas las esferas terminaría, inevitablemente, por pasar a Spicer una última factura. La poesía experimental demuestra una profunda vocación autodestructiva: “Mira lo que mi lenguaje me ha hecho”, alcanzó a decir Spicer a Robin Blaser en el hospital de caridad, entre el sopor del coma alcohólico. “Sólo tu amor te permitirá seguir”. Hace cuarenta y dos años, un verano, como García Lorca, Jack Spicer inició su diálogo infinito con los muertos, y sus cenizas están enterradas en una tumba sin nombre.

Fuente: El águila ediciones

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