lunes, 8 de junio de 2009

PALABRAS DE HUMO: LA COLUMNA DEL ESCRITOR ESPAÑOL MARTÍN CID

Presentación de un libro

Saludos, estimados lectores.

Intentaré hacer una especie de reflexión aprovechando el hecho al que no tuve más remedio que asistir recientemente (porque de no asistir, difícil que se celebrase): la presentación de mi libro en Madrid, el pasado día dos de junio.

Punto primero: a una presentación van tus amigos. Es cierto, pero la peor parte de la labor de escritor es creer que tienes amigos que luego al final no aparecen poniendo, cuanto menos, irónicas excusas: "se me olvidó", "tenía que dar de comer al gato"... u otras menos extravagantes: "no me gusta la literatura". Lo peor de estas cosas es descubrir que personas a las que tenías cariño desde hace tiempo en realidad han rellenado tu tiempo contigo y han pasado página. Obviamente, no es imperativo para mantener la amistad asistir a la presentación de tu libro, pero ayuda.

Con respecto a esto, también existe la doble vertiente en este primer punto. Reconoces a personas que hace años que no ves y que se muestran cariñosas y hasta orgullosas de tener un conocido o amigo escritor (esta parte me la he inventado vilmente: nadie está orgulloso de tener un amigo escritor, más bien lo ocultan con frases tales como "aún no ha encontrado su camino" o "pobrecito, no ha podido tener un trabajo de verdad").

Punto segundo: la desorganización. Una presentación es incontrolable (al menos así han sido las tres que se han realizado de mis libros). Surgen problemas de todo tipo tales como "el discurso se lo comió mi perro" o un ponente que te dice con ojos de cordero degollado: tendrás que perdonarme por esto pero aún no he leído tu libro. Esto sería menos grave si no lo dijese cinco minutos antes de presentar el acto y no se hubiese emborrachado como si no existiese el mañana.

Conste que en esta última presentación conté con dos ponentes de excepción (Juan Ignacio Guglieri y Héctor Martínez Sanz) que incluso tuvieron conmigo la mayor de las deferencias y leyeron mi libro (o eso me juraron bajo amenaza de muerte). El editor, en este caso, estuvo muy agradable y en todo momento afable y participativo en el acto. ¡Qué diferente de otras presentaciones en las que poco menos que huye o saca el best-seller de su editorial y se pone a hablar de él en vez del tuyo).

"En una presentación hay que comportarse, no ir borracho como siempre". Creo que mi madre tenía razón, no cabe duda, pero es imposible contener los nervios, al menos para mí. He conocido a escritores a los que les encanta hablar en público, no es mi caso: veo a las gentes reunidas y pienso: ¿por qué narices han venido a escuchar a alguien tan idiota? Yo desde luego, no habría venido.

En esta última presentación me salvaron los ponentes y el editor, desde luego. Los tres se mostraron perfectos y con grandes dotes de oratoria, de no ser así la presentación habría sido un enorme fracaso.

De todo esto me surge una meta-pregunta (que es una pregunta con chulería con apariencias intelectuales, por lo que no deja de ser una simple pregunta con vestido de terciopelo): ¿para qué va el escritor a sus presentaciones? A la gente le gusta conocerte y se muestran encantados, son gente educada y cortés (no como el propio autor, que en mi caso es un tipo al borde del coma y la neurosis). El autor lo pasa bastante mal, al menos los más jóvenes (es cierto que luego se van cogiendo "tablas", he asistido a muchas y algunos escritores incluso parecían dispuestos a echarse unas cabezaditas antes de su discurso).

Por cierto, amigos: si una cosa buena hubo en mi presentación es que dejaban fumar, caso inédito en España, país en el que parece que quieren prohibirnos fumar en todos los lugares... claro que se trataba de una novela sobre tabacos de pipa así que si no se dejaba fumar hubiese sido bastante irónico.

Hasta aquí esta serie de reflexiones (o esta primera parte). Prometo comentar con pelos y señales los vericuetos psicológicos de la embriaguez posterior, las luchas con la policía y mi ingreso en prisión, de cómo el embajador inglés consiguió sacarme de ahí tras encargar a unos ninjas mi rescate... de cómo salvamos posteriormente la tierra y cómo el mundo es ahora un lugar mejor y más bonito y siempre irónico gracias a seres como los escritores.

La verdad es que somos lo peor.

Martín Cid
http://www.martincid.com
http://www.yareah.com

No hay comentarios.:

Cuatro poemas inéditos de Ludwig Saavedra

  Oración pagana del amor mochilero   ¿El corazón merece perdón? Todo el silencio es despiadado Todo silencio es una playa De tiempo es esta...