lunes, 8 de abril de 2013

¡Salud! por la eterna (semblanza), por Yulino Dávila



Todos los días se parecen, y ninguno es igual que otro.
Hoy mi madre no está, y sin embargo está más presente
que nunca.
Más presente que ninguno.
Tengo tantos Yulinos, tantos hermanos, tantos
escasos amigos, tantos amores que,
la luz de su ausencia presente, nubla a todos los demás.

Esta mujer hace todas las mujeres, todos los hermanos,
todos los amigos y, todos los amores.
Hoy estoy en sus riendas, otra vez, en cada lágrima.

Ha fallecido la madre de mis hermanos,
haciéndose más madre mía
que jamás.
Todo lo que es de ellos, también me llena y
me estoca / por eso
me embarga un dolor desconocido y extraño.
(Ella misma se encargará de sanarlo.)

El mal trago de pirata atrapado en la marea de
la impotencia, es migaja, al costado
de la tristeza hecha maza, por el humano pesar.

Ella es y será la bruja más bella entre las magas.
Sabía dar a cada uno su merecer y antojo    o,
a cada torcido tajo, su palo corrector / ¡siempre a tiempo!

¡Acuérdate hermano!      ¡Acuérdate amigo!
-no sé por qué lo digo, si siempre te has de acordar-
su buen hacer en la cocina bruja,
hizo bailar paladares en muchos arrugados pantalones,
allá, en el recordado Parque Huiracocha y alrededores.
De su sazón
a gozo lleno probó ¿medio parque talvez? /comió pollo
el que no lo comía, o hizo salivar al que esperaba su juane,
mientras hervía una canción.
De su mano han comido todo los colores,
desde el transparente      hasta el ingrato.
Por entonces… el tiempo era un malandrín y
la jarana era la melodía en nuestros zurcidos pasos.

Dicen que se ha ido, pero… no es tan así,
ni tan fácil;      ella
está en todo el futuro que nos ha legado.

Zoila García Díaz, familiarmente “la mamita”, es
la viejita linda y dulce, llenando nuestra memoria
con la trampa de su cariño.
Ahora quizá está haciendo algún equilibrio en
la esquina de una estrella; peinando olas
como su cabellera, liquidando pupilas, domando
las espumas o regalándonos un poco más de tacto
a nuestro minuto desteñido.

Sus hijos crecieron embrujados por la serena
emoción con que forraba su sonrisa.
Su sombra larga y lúcida arrullará
cualquier lamentación.
Así pues, ¡Madre!, infinita madre, así, siempre
estaré en deuda con tu fortaleza.

¡Madre, presente en todas las justas ausencias!
Fuiste quien me enseñó y preparó para ser feliz.

A ella le debo hasta la baba de mis asombros.

Si quiero recrearme con el hechizo, sólo me
basta con pensar en ti.
¡Que la eternidad te bendiga!, ¡Zoila medular!

A su familia le toca limar sus diferencias -a ella
le hubiera gustado- y aprender de la luz
que lava su sonoro silencio.


Yulino Dávila, Barcelona, 19 de marzo, 2013

1 comentario:

joseantoniosantos dijo...

Gracias por ese poema, Yulino. Doña Zoila me recuerda a mi propia madre a quien perdí el año pasado. "La más hacendosa en la colmena", como dice el poeta puertorriqueño José Antonio Dávila en su poema "Carta de recomendación". Así eran tu madre y la mía. Un abrazo desde Puerto Rico.

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